Qué clásico el Brasil-Argentina. Dejando de lado el bochorno que se vivió en las tribunas del Maracaná (similar a lo que había pasado semanas atrás en el Fluminense-Boca) el partido más importante del continente se jugó con el cuchillo entre los dientes. No fue vistoso, está claro. Pero fue intenso, picante, hablado.
No hubo jogo bonito. Estuvo lejos de eso, pero Argentina se plantó en Brasil dispuesto a quitar ese histórico invicto de los locales, ese que se podría haber cortado hace dos años, cuando ANVISA (Ministerio de Salud de Brasil) suspendió el partido de las pasadas Eliminatorias.
En noviembre de 2021 no hubo revancha de la Copa América. Ese parecía el escenario propicio para que la Selección diera el golpe en territorio brasilero por Eliminatorias. Pero no pudo. La espera se hizo larga y anoche lo logró.
Brasil nunca en la historia había perdido jugando como local por Eliminatorias. Fueron en total 64 partidos sin caer, hasta que el “comandante” se elevó y clavó un cabezazo inatajable para Alisson.
“Comandante” es el concepto que engloba a la perfección el estilo futbolístico de Nicolás Otamendi. Que en los últimos tiempos se lo haya empezado a apodar así es un reconocimiento para su trayectoria en la selección.
El sobrenombre es una especie de analogía entre el fútbol y la guerra. Se hace alusión al perfil combativo, agresivo y de liderazgo del experimentado zaguero central. Justo en una noche que había empezado con una represión insólita de la policía de Brasil contra los hinchas argentinos.
La noche que empezó con Lionel Messi amagando con no jugar el partido por los incidentes, terminó con la ofrenda del triunfo de los jugadores para los casi 3.000 hinchas argentinos en el Maracaná.
En el medio hubo patadas, insultos, un gol y un triunfo histórico. Los 90 minutos el juego fueron cortados por ambos equipos. Locales y visitantes abusaron de las infracciones; de hecho no sorprendió que durante el primer tiempo el juego el juez Piero Maza haya cobrado 22 infracciones.
Fueron 42 faltas en total, muy lejos de lo que suelen promediar los partidos, pero lo que se vivió en la previa se trasladó a la cancha y ahí el mejor fue Argentina.
En la primera etapa los arquero prácticamente fueron espectadores. El juego fue interrumpido sistemáticamente con infracciones lejos de los arcos. Apenas un tiro libre de Raphina puso en apuros a “Dibu”.
Por esas coincidencias que tiene el fútbol, justamente hoy se cumple un año de la frase de Messi en Qatar posderrota con Arabia: “Que la gente se quede tranquila porque este grupo no los va a dejar tirados”, anoche no fue la excepción y por eso hasta Martínez saltó el vallado y se las agarró con un policía en la previa.
“Dibu” marcó la cancha afuera y adentro, porque a los 57’ con el juego 0-0 le atajó un mano a mano a Gabriel Martinelli, y cuando había que sostener la ventaja, también se hizo gigante.
El 1-0 de Di María en la final de la Copa América 2021 y el de anoche, quedarán en la historia. Lionel Scaloni planeó el mismo partido que hace dos años.
En aquel momento sostuvo la victoria casi desde los 20 minutos. Pero ese Brasil con todas sus figuras puso en aprietos a la selección que necesitó varias intervenciones de “Dibu”. Anoche por la expulsión de Joelinton y por la firmeza del 4-4-1-1 de Argentina, el desarrollo del partido -desde el gol de Otamendi hasta el final- fue mucho más tranquilo.
La Scaloneta con el triunfo de ayer se convirtió en el primer equipo en derrotar dos partidos consecutivos a Brasil. Lo pasó en el historial (40 a 39) y sostuvo el 1° lugar en el ranking FIFA que era amenazado por el Francia (venía de derrotar a Gibraltar 14-0 y si Argentina no ganaba, quedaba como líder).
“Seguimos logrando cosas históricas con este grupo”, dijo Messi. Y tiene razón.
Esta Argentina lleva la victoria en el ADN. Venía de un golpazo en Buenos Aires ante Uruguay y, en las difíciles como después del traspié ante Arabia Saudita en último Mundial, este equipo sacó a relucir una gran muestra de carácter. Por eso se quedó con una trabajada victoria.
Esos 10 minutos en el vestuario luego del himno, hizo que el equipo saliera con rabia a jugar el partido; dispuesto a no regalar nada. Y el premio fue mayúsculo: porque cortarle un invicto de 69 años al rival de toda la vida no se da todos los días.